Mis células grises están a su disposición. Es en el cerebro, en las pequeñas células grises, en lo que uno debe confiar. Los sentidos se equivocan: hay que buscar la verdad dentro, no fuera. Lo importante son las células grises. Secreta y silenciosamente realizan
su tarea, hasta que de pronto yo pido un mapa, y apoyo mi índice sobre un punto, así, y digo: ¡el Primer Ministro está ahí! Al fin y al cabo fue un juego de niños para una inteligencia como la mía. Es curioso, todos nosotros poseemos células
grises, y que pocos sabemos utilizarlas. Para la inteligencia de Hércules Poirot, el caso está perfectamente claro. Hay que tener consideración con los menos dotados. A fin de cuentas, un buen corazón vale tanto como todas las células grises. A veces corro el peligro de olvidarlo. Puedes escuchar estos relatos en: "Audiolibros en femenino".